Después de mucho trajín en casa, alguien propone: ¿Nos vamos a Tenerife?. Ni lo dudé. Nos fuímos a disfrutar, a comer bien, a absorver el sol y las nubes, el mar, la sal, las rocas y la arena.
Llegamos a un lugar por descubrir, singular, como algún genio dijo. Una playa a mitad camino entre «por conquistar» y «abandonada». No sabes si han estado o vendrán.
Llegamos a un lugar por descubrir, singular, como algún genio dijo. Una playa a mitad camino entre «por conquistar» y «abandonada». No sabes si han estado o vendrán.
El negro de la playa se mezcla con la luz del sol y el brillo del mar. Las cuestas imposibles no frenan las visitas a otros pueblos, otros sitios. El salitre destruye lo material pero enriquece el espíritu. Cortinas, libros, coches… comidos por la fuerza de la naturaleza. Allí nadie invierte, todo se gasta. Menos las rocas, negras, que una tras otra fuímos pisando hasta llegar al faro. Un sitio misterioso donde algún día viviré.
Aquí el tiempo pasa si la marea sube o baja, marcado por los cangrejos que rascan las rocas.
Un lugar indescriptible, negro, brillante, con luz, diferente y… sin internet.
Los primeros días era curioso recibir llamadas a otros teléfonos de gente contándome algunas noticias. Qué poco importan las cosas cuando se está tan lejos y a otras cosas. Después tenía muchas cosas que escribir en el blog, y no podía. Sin móvil, además, donde apuntar, volví a la libreta y al boli y me zambullí en un libro que me dejó una amiga. Tres días después cerré el libro y barrí la arena que había entrado en casa. Después las dudas me acechaban. No sabía nada de nadie. ¿Qué estaría pasando? No pude comentar videos, ni frases, ni predicciones.
Iba paseando y me daban ganas de poner post-its a las olas con un Me gusta escrito. Casi comento una conversación de dos chicos en la playa. Quise incluir un Asistiré a una excursión que estaban planeando en el bar del pueblo. Y por poco pido un autógrafo a dos mujeres que iban andando por la calle y se pararon en seco, pensando que eran las del mítico grupo de Facebook.
Sin eventos salía a la calle sin saber que día era. A lo mejor tenía que estar en algún sitio. Quizá me pierda la flashmob a la que quería ir… Hice fotos para mi perfil que ya han caducado…
Cuando al fin localizamos un lugar con wifi, que si la radio iba ahora sí, ahora con montaña no, no quiero saber como iría la conexión, decidí no entrar en la red. Quería experimentar. Nunca tendré otra oportunidad igual, creo. Ni móvil, ni radio, ni tele, ni internet, ni noticias.
Ahora trato de ponerme al día. Creo que estaré otros díez días aislada leyendo de todo lo que ha pasado. Creo que esto es un bucle sin salida… Tal vez no haya que salir, porque la entrada es casi como jugar a saltar a la comba: «Entro. Una, dos y tres. No otra vez, una, dos y tres. Ahora».
magali says
jajaaja muy bueno Clara, me identifico 100%
Anónimo says
Por cierto Clara, para cuando Twitter??
Clara Montesinos says
¡Yo ya estoy en Twitter! Pero lo tengo más aparcado, la verdad…
Mercedes Pinto says
Pero ¿de verdad en España aún existen lugares así? Me imagino la sensación de desolación que te embargaría al principio; aunque parece que después le cogiste cariño a la incomunicación. Yo no sé si podría, imagino que sí, pero a costa de qué. Lo que no nos has contado es si finalmente la aventura, nunca mejor dicho, valió la pena.
Siempre disfruto en tu espacio.
Un abrazo.
CLARA says
Me imagino que esperarás a que el faro tenga conexión global para irte allí.
José R. González says
Me gustaría poder tener la misma experiencia y desconectar del todo para saber cómo me lo tomaría. O bien cambiaría el chip completamente y me rehabilitaría de mi "adicción" a internet o directamente me volvería loco jejeje.
Por cierto muchas gracias por la felicitación 🙂 Un abrazote.
Anónimo says
¡Que bien Clara! Me encantaría poder desconectar ahora mismo como tú lo has hecho.Pero…¿sabes que?:¡Menos mal que ya estás aquí!es que se te echaba de menos.
Anónimo says
¿Sabes qué? leyendo tu sereno y plagado de sensaciones, algunas sutiles como una sensación, pero palpables de tu escrito, me doy cuenta de que no estamos preparados, ni educados, ni formados como lo están casi todo el resto de seres vivos. Tal vez por eso nos escondemos, como excusa, con las tecnologías -todas-, porque sabemos que somos más que inferiores y con estos líos cibernéticos, intentamos disimular pero en el fondo, sabemos que no. A modo de ejemplo, esa serenidad, el ser tú misma y sentir a la gente que te rodeaba en la isla es fantástico,pero ¿cómo y de qué viviríais permanentemente allí? Sin embargo una planta de allí trasplantada con cuidado a la ciudad y con una atención mínima, se adaptaría y crecería… ¿Por qué nosotros no lo podemos hacer por nosotros mismos desposeídos de todo lo que realmente es prescindible…? Me ha encantado leer tu texto y hasta he olido el salitre de la mar y el ruido de las olas lamiendo la costa de rocas y acariciándo el terciopleo de la playa de arena. Serena y aterciopilada cuando la ola se retira para volver a volver…