Siempre hay lugares que escapan de toda lógica. Que por más que vayas y analices lo que allí pasa, las cosas siguen ocurriendo sin sentido. Y no estoy hablando de sitios hipotéticos ni lugares recónditos. Hoy os quiero hablar de Almansa. Seguro que conocéis a alguien de allí. Y estaréis conmigo en que son gente de una pasta especial, cuanto menos, peculiares.
Ese lugar ha sido capaz de reunir las mejores fiestas de toda España y hacerlas suyas hasta lo máximo. Ese lugar donde las personas disfrutan del frío comiendo kilómetros de gazpacho manchego, o del sol con una cervecita en sus terrazas. Almansa, la ciudad-pueblo a la que todos vuelven. Por lo menos lo hace así mi amiga Inma que siempre me trae historias que nutren mi imaginación y mi capacidad de sorpresa.
En este lugar, como digo, todos se conocen y todos conocen los hábitos de todos. Es decir, que si a las 12 sueles estar a las faldas del castillo tomándote una cervecita, no faltes, porque las mentes almanseñas empiezan sus investigaciones… Eso mismo pasó el anterior fin de semana. Dos amigas estaban cenando juntas cuando empezaron a hablar de una tercera: ¿Dónde está? Ayer no bajó». «¡Qué raro! Vamos a llamarla al móvil para que se venga». Si tienes a tus amigas acostumbradas a estar disponible las 24 horas del día, cualquier cambio en esa actitud desata la tragedia… «¡No coge el teléfono!» «Toma un vinico y vamos a calmarnos». Entre vino y vino la amiga en cuestión no daba señales de vida. El alcohol, al igual que el ritmo cardiaco, iban subiendo… Vamos a llamar a esta otra, a ver si sabe algo: «¿Qué no coge el teléfono? No os preocupéis (¿?). Yo tengo llaves de su casa». Allá que fueron al rescate de su amiga, cual Tropa Goofy, pensando ya que había hecho alguna barbaridad (es que en Almansa son muy de sospechar). Llegan a la puerta de su casa. No pueden abrir porque estaba el pestillo puesto: «¡Madre mía que ahora seguro que sí, tía, qué ha hecho alguna locura!» «Llamemos a los bomberos.» Mientras desde fuera intentaban marcar el teléfono, dentro la amiga con un gripazo tremendo estaba acobardada porque oía que alguien intentaba entrar en su casa. Marcó el teléfono de la polícia pero tampoco atinaba… «¿Quiiién es?» «Tía, estás bien!!! Abre, abre». «Pero estaís fatal. Casi me da un atace al corazón». «Calla tía y abrázanos que pensábamos que te habíamos perdido para siempre!». (También son muy de exagerar). Finalmente las amigas se fundieron en un abrazo tras más de dos horas de investigaciones.
De esto concluyo que: debemos volver a usar los telefonillos de las casas y no confiar a ciegas en los móviles. Y por otro lado espero que nunca se memoricen los teléfonos de urgencias porque si no se hubieran juntado todo el cuerpo de bomberos, polícias, médicos, cerrajeros debajo de casa de esta amiga almanseña. Eso sí, después se hubieran ido todos de fiesta y unas risas seguro que hubiesen sacado… Las noches de guardia no sabes nunca como pueden acabar y menos en Almansa…