Mi barrio es como el de Espinete. Tenemos el ultramarinos, la droguería, el kiosco (punto de encuentro entre cotilleos y trucos caseros), el bar, el bar de enfrente al que está prohibido ir (es la competencia de toda la vida, y, o estás con unos o con otros. En mi barrio medias tintas no valen). También tenemos la verdulería, la mercería, la peluquería y dos sex shops (…).
Voy de tienda en tienda, a cada una para una cosa y para hablar de temas diferentes. Mi barrio os lo iré desgranando poco a poco porque da para mucho, os lo aseguro.
Como he crecido en él, me gusta pasarme a comprar lo que sea. Es sólo la excusa para verlos, contarles cosas y que me cuenten novedades. Eso sí, no tienes que tener prisa. Hay veces que he tardado más de una hora en «dar la vuelta al barrio», y yo encantada. Pero, si por algún motivo, quieres algo para subirte corriendo a casa, puedes desespertarte o usar la táctica: «Cojo esto y ya te lo pagaré». Y ya has hecho la compra en un momento. Claro, para eso tienes que tener cierta confianza.
Si estoy fuera del barrio prefiero guardar las formas y hacer la cola como todos. Pero es una experiencia difícil y muy dura psicológicamente, os lo advierto. Seguro que vosotros también lo habeis podido experimentar. Los tenderos se transforman dependiendo de si te conocen: «Pasa, coge lo que quieras» o si eres un completo desconocido: «Qué quieres, qué cantidad exacta y rapidito».
Bueno, eso puede ser aceptable, uno se debe a su público y atiende mejor a unos que a otros. Otra cosa es ese «público». Llegas a la verdulería, por ejemplo, y hay una cola tan larga que ocupa toda la tienda. Y una señora en modo «ojo avizor» en la puerta. Tú entras, preguntas y te sitúas la última de la cola. De pronto un tap tap en el hombro. Te giras, no ves a nadie, miras para abajo y allí está la señora «avizor». Ha cambiado a modo «reivindica que algo queda». Con el monedero en la axila, un moño bien tirante y la bata de guatiné: «¿Has preguntado quien es la última?» «Sí». «Pues soy yo». «Perfecto, yo voy detrás de usted». Y vuelve a situarse en la puerta en el modelo «avizor». Yo así, ya me cuesta más comprar, qué quereis que os diga. Delante mucho murmullo que sube y baja dependiendo de la compra de la de delante. Hay murmullo, la primera chica compra sólo unos tomates, sigue el murmullo. La siguiente compra una lechuga, cebollas y alchachofas, cuando ya todos creen que ha acabado baja el murmullo rapidamente como si fuera a marcar un gol en vez de pedir el ticket. Pero no, quiere naranjas de zumo y el murmullo vuelve a subir… ¡Oooohhhh! la cola sigue esperando. Yo aguantando el tipo por una mísera lechuga. Y pídela bien. No te confundas. ¿Tomates del terreno o de no sé donde? ¿Lechuga valenciana? Oíga, ¿acaso es del huerto de mi abuelo? Pongame la lechuga que me voy. Ay, perdón, primero salto a la señora «avizor» que se ha quedado a organizar la cola.
Voy de tienda en tienda, a cada una para una cosa y para hablar de temas diferentes. Mi barrio os lo iré desgranando poco a poco porque da para mucho, os lo aseguro.
Como he crecido en él, me gusta pasarme a comprar lo que sea. Es sólo la excusa para verlos, contarles cosas y que me cuenten novedades. Eso sí, no tienes que tener prisa. Hay veces que he tardado más de una hora en «dar la vuelta al barrio», y yo encantada. Pero, si por algún motivo, quieres algo para subirte corriendo a casa, puedes desespertarte o usar la táctica: «Cojo esto y ya te lo pagaré». Y ya has hecho la compra en un momento. Claro, para eso tienes que tener cierta confianza.
Si estoy fuera del barrio prefiero guardar las formas y hacer la cola como todos. Pero es una experiencia difícil y muy dura psicológicamente, os lo advierto. Seguro que vosotros también lo habeis podido experimentar. Los tenderos se transforman dependiendo de si te conocen: «Pasa, coge lo que quieras» o si eres un completo desconocido: «Qué quieres, qué cantidad exacta y rapidito».
Bueno, eso puede ser aceptable, uno se debe a su público y atiende mejor a unos que a otros. Otra cosa es ese «público». Llegas a la verdulería, por ejemplo, y hay una cola tan larga que ocupa toda la tienda. Y una señora en modo «ojo avizor» en la puerta. Tú entras, preguntas y te sitúas la última de la cola. De pronto un tap tap en el hombro. Te giras, no ves a nadie, miras para abajo y allí está la señora «avizor». Ha cambiado a modo «reivindica que algo queda». Con el monedero en la axila, un moño bien tirante y la bata de guatiné: «¿Has preguntado quien es la última?» «Sí». «Pues soy yo». «Perfecto, yo voy detrás de usted». Y vuelve a situarse en la puerta en el modelo «avizor». Yo así, ya me cuesta más comprar, qué quereis que os diga. Delante mucho murmullo que sube y baja dependiendo de la compra de la de delante. Hay murmullo, la primera chica compra sólo unos tomates, sigue el murmullo. La siguiente compra una lechuga, cebollas y alchachofas, cuando ya todos creen que ha acabado baja el murmullo rapidamente como si fuera a marcar un gol en vez de pedir el ticket. Pero no, quiere naranjas de zumo y el murmullo vuelve a subir… ¡Oooohhhh! la cola sigue esperando. Yo aguantando el tipo por una mísera lechuga. Y pídela bien. No te confundas. ¿Tomates del terreno o de no sé donde? ¿Lechuga valenciana? Oíga, ¿acaso es del huerto de mi abuelo? Pongame la lechuga que me voy. Ay, perdón, primero salto a la señora «avizor» que se ha quedado a organizar la cola.
estiu says
http://www.elmundotoday.com/2009/05/los-taxis-de-barcelona-cobraran-un-plus-por-asesoria-ideologica/d