Por una madre se hace de todo, cualquier cosa. Y además cuando aciertas y haces lo que ella quiere te sientes muy orgulloso, con la sensación de la tarea bien hecha.
Hace poco me contaron lo que un hijo hizo durante todo este largo verano por su madre. Espectacular. Esta historia demuestra además que por muy mayores que sean los hijos o menos quieran las madres, por ellas se hace cualquier cosa.
El hijo en cuestión, que sobrepasa los cuarenta y tantos, decició hacer feliz a su madre. Quería que cuando llegara de sus largas vacaciones a casa encontrara todo igual o mejor. Por eso regó día tras día la única planta que su madre tiene en casa. Una planta medianita que parece que admitía muy bien todo el agua que le daba y los cuidados que recibía. Hasta las charlas por parte del hijo para potenciar su crecimiento le vinieron bien.
El hijo vio poco a poco como la planta estaba más bonita e incluso había crecido un poquito.
Al volver su madre de vacaciones el hijo le mostró la planta todo orgulloso con el pecho hinchado: «Mamá, mira la planta. ¿Qué bien está, eh?»
La madre mira a su hijo como quien mira a una cucarachita boca arriba: «Hijo, pero si esta planta es de plástico.»
Para las sorpresas familares mejor llamar a Núria Roca ¿no?
Anónimo says
Mira, entiendo poco de plantas pero entre una de plástico y otra de verdad…desde luego que debía de ser un hijo, pero claro si cada día la regaba y la veía más limpita,bonita ¡hasta la veía mas grande!¡pobrecillo!