Cómo nos gusta, desde el sofá, pensar: pintaría las paredes del salón, movería el sofá, entonces en ese espacio metería el puf (que nunca nadie se ha sentado en él), y así la mesa del comedor la puedo adelantar dos baldosas y queda más espacio para abrir la ventana…¡Error!
¡Ese es el principio del fin!
¡Ese es el principio del fin!
Un día pasas del pensamiento, de los planes, a la acción. Miras revistas de decoración, vas a tiendas de muebles y en tu cabeza cada vez es más necesario el restiling de tu hogar. Es más: «la casa no puede seguir así. (Y ahí viene la frase que justifica tu postura). ¿Qué vamos a estar así, toda la vida? Lo cambiamos en un momentito y punto. Si esto son dos muebles y una mano de pintura».
Llegas del trabajo a tu casa, abres la puerta y… toc, toc, toc, toc, brrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr, pic, pic, pic, (polvo por todos los lados). «Hola, ¿vivo aquí?» «Sí, sí, pase, nos han abierto y hemos empezado a trabajar. En una semana y media estamos fuera».
¡¿Quéeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee?!!! ¿No se hacía esto en un momentito? ¡La que he liado!
¡¿Quéeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee?!!! ¿No se hacía esto en un momentito? ¡La que he liado!
Y un marido ofuscado sentado en el sofá, que está en el mismo sitio que antes porque los cálculos de una baldosa y media arriba o abajo súper científicos hizo que los cambios de muebles fuera imposible, te mira sin decir nada pero se lee perfectamente en su cara «¿No era una manita de pintura? Por cierto, ¿voy a estar todo este tiempo sin dormir la siesta?»…
Carraspeo: Bueno, yo voy a seguir mirando revistas que cuando acabas por un lado tienes que empezar por el otro…