Tengo carácter electoral o político. Mis ciclos son de cuatro/cinco años. Desde que era pequeña. Cada cuatro años cambié de colegio. Sí, como lo oyes: en 4º de EGB (si no sabes lo que es, eres tan joven que mira, paso); en 8º de EGB (seguro que ya lo has googleado así que podemos seguir) porque repetí curso, y en 1º de BUP. Eso hace un total de 4 colegios. Y al acabar: la universidad. Aquí estuve cinco años. Aunque por eventos y asuntos varios, casi me tengo que quedar más. Lo de ir a clase siempre me ha costado encajarlo en mi día a día desde el instituto. Siempre he tenido cosas más importantes que hacer como el taller de teatro, rodar cortos o ser delegada de clase… Pero en la Universidad apreté por no quedarme ni un minuto más y mira, en los cinco años reglamentarios, liquidada la carrera.
Y ese ha sido mi leitmotiv, mi ciclo vital desde entonces. En todos los trabajos más de cuatro años no he estado. He llegado a la conclusión de que lo que me chifla es crear algo de la nada. Darle forma me apasiona, montar un equipo con el mismo corazón y la pasión que siento yo, contarles la idea, trabajar juntos y reir. Necesito muchas risas. Porque sí, se puede trabajar y llorar de la risa. Y tener esos momentos que hacen que todo tenga sentido. Por lo menos yo no sé hacerlo de otro modo, ni quiero. Es cuando mejor pienso, más claridad mental tengo, mayor perspectiva y de pronto surge la chispa.
Siempre he trabajado en equipo. Pero de pronto llegó una época (de cinco años) donde fui freelance. Fue una época muy bonita donde hice cosas chulísimas como crear toda la estrategia de social media para Kaiku Caffé Latte (las primeras fotos en redes de esta cuenta las hacía en mi terraza) Eso fue creciendo y ¡qué maravilla! Pero trabajar sola para alguien tan sociable como yo, tiene su punto negativo, claro. Menos mal que lo que nunca he hecho ha sido “sólo trabajar” y que he tenido muchos frentes abiertos.
Uno de esos frentes, de pronto, como surgen las cosas buenas de la vida, me trajo a Influencity. Una idea y muchas ganas. Y mira, yo así no, que me enamoro. Y así fue. Un matrimonio de cuatro bien avenido, inteligente (mucho), feliz y con todo el power del mundo. Fuimos creando, fuimos trabajando y recorriendo un gran camino juntos. Perseguíamos el sueño dorado pero con las cosas bien hechas. Y con el tiempo aparecieron cinco caminos: el de cada uno y el de la empresa. Como debe ser. Así lo marca la evolución, el crecimiento personal y la vida, vaya.
El mío se bifurca ahora. Iba en un tren de alta velocidad (como el que me ha permitido ir y venir cada semana durante años Valencia – Madrid) Un tren que no hace paradas, que va directo al gran destino final. Va tan rápido que casi no da tiempo a mirar por la ventanilla y a observar el paisaje. He saltado de golpe segura de que el tren va a llegar a su destino. Yo lo he arrancado (junto con mis grandes socios), le he dado velocidad, mucha. Y ahora el equipo que está lo va a llevar donde se merece. Estoy segura.
Pero al parar recordé mis ciclos. Porque qué poco nos escuchamos. Justo hace 6 años que creamos Influencity. 5 que nos vinimos a Madrid. Y qué guay lo que hemos hecho, qué orgullo siento y qué sonrisa me sale al acordarme de cada etapa, cada casa, cada reunión, cada Cabify, cada evento y cada carrera.
Empiezo nuevo ciclo dejando Influencity como quien mira una estrella fugaz, porque así de bonito ha sido y así de rápido van. Pide tu deseo, el mío ya se ha cumplido.