¿No os habéis levantado algún día felices y según va pasando el día habéis pensado que por qué lo habéis hecho? Pues yo tuve hace poco un día de esos.
La gente que me conoce, algunos, me han dicho alguna vez que tengo «don de gentes». Nunca he entendido muy bien qué significaba hasta el momento que desapareció por un día.
Un día cualquiera me levanto y voy a una cita con la mujer que lleva mi seguro de salud. Para empezar hay algún que otro malentendido con el tema de la informática. Ella declara sentirse muy torpe y yo le doy un marcapáginas de mi blog para su hija, para ella no ya que no sabe ni el «copy paste». «Oye, que yo trabajo con el ordenador, algo sí que sé», dice. GROOOO (Sonido de bocina). Primera metedura de pata.
Hacia falta rellenar los datos de mi poliza, así que me interroga sobre enfermedades, antecedentes familiares, vicios y costumbres hasta que llega a la altura, se la digo (podría ser modelo internacional, por los pelos, pero podría), y me pregunta la talla. Yo, en un periódo de «a ti que te importa» le puse cara de no saber exactamente. «Pues sobre la 42 estaré, depende de la marca». La mujer casi se cae de la silla del ataque de risa que le entró. Se refería al peso dice. GROOOOOOO ¡Pues especifique! Tanta preguntita como para confundir. Segunda metedura.
Cansada de tanto trajín mañanero decidí irme al bar de mi barrio. Donde me conocen y suelo reírme mucho con la gente. Estaba leyendo el periódico en la barra como una inadaptada tecnológica (por ejemplo) a la vez que comentaba de risas con el camarero que el bar había aumentado el glamour. Hicimos meneos de melena y nombramos a Carmen Lomana, que por cierto, va a ser la Fallera Mayor de mi falla, pero esto ya lo contaré con fotos incluídas, cuando de pronto un hombre que estaba en la barra se pudo a cantar por Nino Bravo. Cantaba bien pero resultaba un tanto extraño que en un bar en el que éramos cinco personas: dos camareros, el cantante, su acompañante y yo, a las doce de la mañana hubiera alguien con ese ánimo y esa pasión por el cante. Como no, se acercó a mi a deleitarme con su chorro de voz y se marchó. Miré al camarero y le grité (porque se había alejado un poco. El tío me había dejado sola ante el peligro, pensé): «¡Si que teneís más glamour, sí!» «¿A que canta bien? Es su padre» dijo señalando al otro camarero. GROOOOOOO (Y bien grande además) «Por eso lo digo, por eso. Que canta muy bien. ¿Y no se dedica profesionalmente a esto? ¿No? Pues le iría muy bien…» Tercera metedura.
Decidí entonces irme a mi casa porque un día malo lo tiene cualquiera, al menos eso espero…
La gente que me conoce, algunos, me han dicho alguna vez que tengo «don de gentes». Nunca he entendido muy bien qué significaba hasta el momento que desapareció por un día.
Un día cualquiera me levanto y voy a una cita con la mujer que lleva mi seguro de salud. Para empezar hay algún que otro malentendido con el tema de la informática. Ella declara sentirse muy torpe y yo le doy un marcapáginas de mi blog para su hija, para ella no ya que no sabe ni el «copy paste». «Oye, que yo trabajo con el ordenador, algo sí que sé», dice. GROOOO (Sonido de bocina). Primera metedura de pata.
Hacia falta rellenar los datos de mi poliza, así que me interroga sobre enfermedades, antecedentes familiares, vicios y costumbres hasta que llega a la altura, se la digo (podría ser modelo internacional, por los pelos, pero podría), y me pregunta la talla. Yo, en un periódo de «a ti que te importa» le puse cara de no saber exactamente. «Pues sobre la 42 estaré, depende de la marca». La mujer casi se cae de la silla del ataque de risa que le entró. Se refería al peso dice. GROOOOOOO ¡Pues especifique! Tanta preguntita como para confundir. Segunda metedura.
Cansada de tanto trajín mañanero decidí irme al bar de mi barrio. Donde me conocen y suelo reírme mucho con la gente. Estaba leyendo el periódico en la barra como una inadaptada tecnológica (por ejemplo) a la vez que comentaba de risas con el camarero que el bar había aumentado el glamour. Hicimos meneos de melena y nombramos a Carmen Lomana, que por cierto, va a ser la Fallera Mayor de mi falla, pero esto ya lo contaré con fotos incluídas, cuando de pronto un hombre que estaba en la barra se pudo a cantar por Nino Bravo. Cantaba bien pero resultaba un tanto extraño que en un bar en el que éramos cinco personas: dos camareros, el cantante, su acompañante y yo, a las doce de la mañana hubiera alguien con ese ánimo y esa pasión por el cante. Como no, se acercó a mi a deleitarme con su chorro de voz y se marchó. Miré al camarero y le grité (porque se había alejado un poco. El tío me había dejado sola ante el peligro, pensé): «¡Si que teneís más glamour, sí!» «¿A que canta bien? Es su padre» dijo señalando al otro camarero. GROOOOOOO (Y bien grande además) «Por eso lo digo, por eso. Que canta muy bien. ¿Y no se dedica profesionalmente a esto? ¿No? Pues le iría muy bien…» Tercera metedura.
Decidí entonces irme a mi casa porque un día malo lo tiene cualquiera, al menos eso espero…
(También podéis leer este post en el Diario Levante EMV)
Anónimo says
¿Y ESO ES "UN DÍA MALO" PARA TÍ? SEGURO MÉDICO PRIVADO, DESCANSO EN UN BAR AMENIZADO POR THE NINO BRAVO SENIOR… YO PAGARÍA POR SÓLO EL MOMENTO BAR -SENSE CANTANTE-.
CLARA says
Je, je. Parece que el don de gentes se te olvidó en casa ese dia. Es que hay que pensar en todo , que si el bolso va con los zapatos, el abrigo, el foulard y ahora además el don de gentes. XD que trajín.