«A ver, este vestido me queda bien. No me tira. Puedo abrir los brazos…Sí. Perfecto». «Me pongo taconazo pero que no quede muy alto que si no parezco gigante. Vale, me pongo estos botines que me compré en Nueva York. Pendientes no me pongo que a ver si se me enganchan. Para contrarrestar me pondré un colgante bien bonito, que no estorba.»
Último vistazo en el espejo. ¡Perfecto! Cojo el coche y cual Papá Noël en un día como hoy me dirigo a visitar a mi pequeño listado de gente. Este mes he decidio terminarlo organizando una campaña: «Abrazos a domicilio».
En meses como este donde parece que lo importante son los regalos y comprobar al día siguiente que llenas más los contenedores de basura con cajas y cajas que tu vecino, he decidio dar el bien más preciado que todos tenemos: los abrazos. ¿Os habéis dado cuenta cuánta energia canalizan? ¡Probadlo! Pero no sólo en Navidad…
Y por eso me he preparado para esta misión eligiendo minuciosamente la vestimenta ya que después de algunos achuchones una ya sabe los problemas que pueden causar los engarces de algunos pendientes o estar tan alta que te abracen a la cintura directamente. Y no es plan.
¡Feliz Borabó!
Anónimo says
¡¡Anda que no tienes cuento con los achuchones!!
Estoy de acuerdo con que deberíamos abrazarnos más durante todo el año y no sólo en navidad. Parece que todos seguimos cánones y usos sociales muy consolidados y arraigados.