Hace unos días me llevé una gran sorpresa al descubrir una cueva justo debajo de mi casa. Yo no bajaba nada preparada, pensaba que entraba en una tienda y que en un momentito volvería a subir. Abrí la puerta, hizo un ruido extraño, me adentré lentamente, los pies se me pegaban al suelo, la luz temblaba y de pronto, detrás de una roca a modo de mostrador apareció él. Me dirigí hacia él como si tal cosa, aprobó mi entrada con la mirada porque vió que iba acompañada por un especimen de su mismo genero.
Dimos un paso más y me decidí a hablar con él. Tenía la duda de si hablaríamos el mismo lenguaje, quería probar. Comienzo la conversación y cuando llega su momento decide hablar con mi acompañante, se siente más cómodo con los de su mismo género. ¡Maravilloso! ¡Esto es una investigación digna de National Geographic!
A pesar de no ir preparada para hacer espeleología, en ese momento cumbre del descubrimiento pude explicarle con cautela, para que no entrara en shock, que si era yo la que hablaba era a mí a quien me tenía que mirar, que no iba a quemarle con la mirada y que también le entendía. Le indico, hablándole despacio, que ahí fuera todo ha evolucionado y que los hombres no son superiores a las mujeres. Se ve que hace años que no sale de su cueva por la expresión de sorpresa de su cara.
Después de varios minutos dentro de la cueva decidimos salir lentamente pensando que siempre quedan lugares por descubrir y personas por evolucionar.
Anotación de la investigación: no volver a entrar en la cueva, esperar a que salga el especimen macho e intentar que se adapte al mundo real. Si no es así, indicarle el camino de regreso a su cueva.