Si quieres moverte y hacer algo diferente al frío y aburrido gimnasio lo mejor son las clases de baile. Si te planteas empezar en alguna hay que tantear el mercado. Por lo menos es lo que nosotros hicimos. Buscábamos una academia cerquita de casa y no demasiado profesional, por aquello de no hundirnos en la primera clase… Después de hacer una selección, un cartelito con esos papeles en tiras que arrancas con el teléfono, nos cautivó: Clases de funky para jóvenes. Sin duda estaba escrito para nosotros.
«Esto no es, yo no entro. No, entra tú primero», fueron las primeras palabras que dijimos al ver la puerta de la academia. Yo no sabía si era un casal fallero o una tienda de antigüedades. Nada de ¡fuego!, groove o caliente, caliente, ¡aaaah!
Un bajo con una pared de cada color con figuras de baile de cuando el cha cha chá estaba en auge. Un sofá de skay y una nevera apagada completaban la decoración. Con el tiempo nos hemos dado cuenta de que esa nevera es parte del negocio. Un día que estábamos sedientos apareció otro cartel (es la academia de los carteles de aparición fácil se ve): agua 50 cénts. Encima de la nevera botellitas de agua y una de 1 litro. Qué raro. ¿Valen lo mismo todas? Cuando me decidí a abrir la nevera, también de cuando el pasodoble era el hit en las salas de baile, una voz me indica: «La nevera no va. Coge las botellas que están arriba y echa el dinero en el bote». Al ver mi cara siguió: «Sí, la grande vale lo mismo. Además creo que es de alguno de vuestros amigos. La encontré en la clase y la he puesto a la venta». ¿¡Qué!? ¿Estamos locos o qué? Ves una botella en el suelo de alguien probablemente sudoroso y ¿la pones a la venta? Todo eso lo pensé pero no dije ni mú que si no me ponen a estirar y no veas como duele… Yo cogí una de las botellitas pequeñas rezando para que no fuera de la clase de ballet del año pasado. Y es que parece que lo de la reventa está muy arraigado.
En estos momentos el Funky Team comenzaba. Menos mal que la profesora estaba a la altura y nos ha enganchado para que siguamos sudando y ¡a bailar!
«Esto no es, yo no entro. No, entra tú primero», fueron las primeras palabras que dijimos al ver la puerta de la academia. Yo no sabía si era un casal fallero o una tienda de antigüedades. Nada de ¡fuego!, groove o caliente, caliente, ¡aaaah!
Un bajo con una pared de cada color con figuras de baile de cuando el cha cha chá estaba en auge. Un sofá de skay y una nevera apagada completaban la decoración. Con el tiempo nos hemos dado cuenta de que esa nevera es parte del negocio. Un día que estábamos sedientos apareció otro cartel (es la academia de los carteles de aparición fácil se ve): agua 50 cénts. Encima de la nevera botellitas de agua y una de 1 litro. Qué raro. ¿Valen lo mismo todas? Cuando me decidí a abrir la nevera, también de cuando el pasodoble era el hit en las salas de baile, una voz me indica: «La nevera no va. Coge las botellas que están arriba y echa el dinero en el bote». Al ver mi cara siguió: «Sí, la grande vale lo mismo. Además creo que es de alguno de vuestros amigos. La encontré en la clase y la he puesto a la venta». ¿¡Qué!? ¿Estamos locos o qué? Ves una botella en el suelo de alguien probablemente sudoroso y ¿la pones a la venta? Todo eso lo pensé pero no dije ni mú que si no me ponen a estirar y no veas como duele… Yo cogí una de las botellitas pequeñas rezando para que no fuera de la clase de ballet del año pasado. Y es que parece que lo de la reventa está muy arraigado.
En estos momentos el Funky Team comenzaba. Menos mal que la profesora estaba a la altura y nos ha enganchado para que siguamos sudando y ¡a bailar!
Anónimo says
jajajaja…que fuerte! eso me lo tienes que contar en persona!
A estas alturas me lo creo todo!!!
elvi