Si ya empezamos una conversación con el tan usado: «Perdone…» significa que o algo vamos a pedir o vamos a decir algo que tal vez no le va a gustar a la persona a la que nos dirigimos. Algo tipo: «Perdone, pero es que su perro se está meando en mi zapato, gracias», o «Perdone pero se ha pillado el foulard con la puerta del autobús». (Que a quién se le ocurre ir tan sofisticada en los transportes populares…) Pero si la persona que comienza la conversación no conoce mucho nuestro idioma, se masca la tragedia.
Raquel, una adolescente de Canadá que vino a pasar unos calurosos días a Valencia, estaba empeñada en hablar español con todo el mundo. Algo digno de admirar y que todos apoyamos con ilusión. Claro, no es lo mismo que vaya con otros y cuente anécdotas graciosas de meteduras de pata en un bar remoto de una aldea remota, que esté contigo en la parada del bus para ir a la playa.
Lo importante es ser educado, me he dado cuenta, y si además la que lo dice tiene una carita angelical, ¡pues tema resuelto!
Así que allí estábamos, a más de 34 grados ataviadas con bolsas, toallas, revistas, agua y fruta para pasar unas horas a remojo. Y por supuesto con protección solar: «solar protection, solar protection please!» (No las quería debolver cual gamba roja de Dénia). La obsesión por la crema llegó hasta tal punto que claro, cuando apareció en la parada un señor muy moreno con una manchita blanca sobre la nariz, Raquel no lo pudo remediar. Ni yo…: «Perdone, lleva crema en la cara». La miro, el señor me mira, Lindsey (su amiga) me mira, cruce de miradas en general: «No es que soy pintor de fachadas y vengo de acabar una casa…» Glups glups! ¡Pues claro! Si va todo manchado: ropa, brazos (con tatuajes de ancla y corazones incluídos), zapatos… Y como con la cara angelical está todo solucionado, la conversación se trasladó a mi. El pintor sexagenario me empezó a contar que él no necesitaba crema, con tantos años trabajando al aire lilbre, etc, etc… ¡Y encima aguantándome la risa! No volví a insistir con la crema… por si acaso.
José R. González says
ja, ja ¡qué tierna! con esas buenas intenciones habría que perdonarle todo 😛
Mercedes says
De nuevo aquí, disfrutando de tus simpáticas anécdotas, que yan magníficamente escribes. Por cierto, debe ser incomodísimo ir a la playa en autobús con tanto bulto.
Un abrazo.