Cuando te invitan a un evento del mundo de la moda, a mí se me viene a la cabeza tacones, medias espectaculares como las que llevaba Vanessa, caras conocidas, besos y saludos. Esta fue la base de la entrega de la Aguja Brillante 2010 anoche. Pero a la vez todo muy distinto.
Fue un lugar de encuentro para sastres, modistos y estudiantes de diseño. Nada más entrar en el Ivam sentías un flash de cosmopolitismo, de plástica, de tejidos encontrados y combinaciones imposibles que en ellos quedaba fascinante. Pero no hay acto sin «canaperos». Profesionales del placage al camarero según sale de la cocina, del «come, come que así hoy no hago cena en casa», y
del «apretar y engullir». Al no ser un acto multitudinario podíamos controlar a todos los invitados e incluso escuchar sus conversaciones. Eso nos hizo tener que cambiar de zona varias veces, con la música de Benny Hill de fondo, después de tener bien cerca a dos hombres mirándonos de arriba a abajo mientras se decían: «estas, estas morenas son». ¡Pero por favor, que somos morenas y no sordas!
Entre todas estas anécdotas de pronto suena una orquesta en directo, las puertas del Ivam se abren, todos hacemos un pasillo y aparece Elio Berhanyer entre fuertes aplausos. Un hombre que vive en la alta costura podría ser de mil formas pero no. Es cálido, cercano y agradecido.
Y con toda esa personalidad sube al escenario a recibir el premio y a confesar su edad, su entrega a su profesión y su compañerismo. Y llora.
He asistido a muchas entregas de premios, todas cortadas por el mismo patrón (nunca mejor dicho) pero ayer sentí a un galardonado realmente emocionado recibiendo el premio entre lágrimas y aplausos. Si un hombre de ochenta y tres años se emociona así después de antos años de oficio es que ama realmente su trabajo.
Después nos fuímos a cenar tranquilamente. Seguramente nuestra cena y la de Berhanyer fueron muy diferentes. Seguro que cenó mirando la Aguja, haciendo balance de su carrera y seguro que se fue a dormir muy orgulloso y con Valencia, como dijo él, en el corazón a partir de hoy.
del «apretar y engullir». Al no ser un acto multitudinario podíamos controlar a todos los invitados e incluso escuchar sus conversaciones. Eso nos hizo tener que cambiar de zona varias veces, con la música de Benny Hill de fondo, después de tener bien cerca a dos hombres mirándonos de arriba a abajo mientras se decían: «estas, estas morenas son». ¡Pero por favor, que somos morenas y no sordas!
Entre todas estas anécdotas de pronto suena una orquesta en directo, las puertas del Ivam se abren, todos hacemos un pasillo y aparece Elio Berhanyer entre fuertes aplausos. Un hombre que vive en la alta costura podría ser de mil formas pero no. Es cálido, cercano y agradecido.
Y con toda esa personalidad sube al escenario a recibir el premio y a confesar su edad, su entrega a su profesión y su compañerismo. Y llora.
He asistido a muchas entregas de premios, todas cortadas por el mismo patrón (nunca mejor dicho) pero ayer sentí a un galardonado realmente emocionado recibiendo el premio entre lágrimas y aplausos. Si un hombre de ochenta y tres años se emociona así después de antos años de oficio es que ama realmente su trabajo.
Después nos fuímos a cenar tranquilamente. Seguramente nuestra cena y la de Berhanyer fueron muy diferentes. Seguro que cenó mirando la Aguja, haciendo balance de su carrera y seguro que se fue a dormir muy orgulloso y con Valencia, como dijo él, en el corazón a partir de hoy.
biribicha piccola bambola says
Gracias por el cumplido a mis medias!!!!Fue un placer ver a Elio y compartirlo contigo.