Nunca sabes qué te vas a encontrar cuando asistes a una reunión o a un curso con gente que, en principio, no conoces. Hace poco asistí a una reunión de este estilo, con personas que teníamos un interés común: la publicidad y la escritura. Éramos pocos, unos trece, y a primera vista no nos conocíamos ninguno. Yo había investigado acerca de los profesores un poco por internet por aquello de la curiosidad. Pero de los alumnos nada.
El primer día transcurrió con normalidad. Bueno, con la normalidad que puede haber en un sitio donde hay más de tres publicistas juntos…
El segundo día, cuando unos pocos hablaban sobre cómo se debe escribir un cuento sobre Gallina Blanca y sin haber tenido demasiado vínculo durante estos días, me vino de pronto la imagen de uno de ellos en bañador, bebiendo una copa con una sombrillita y un líquido rojo en la playa de Cuba. Fue como un flash. Interrumpió mi pensamiento. Yo sólo estaba mirando a aquel compañero y escuchándole como narraba su ejercicio. Simplemente. Al ser algo tan fugaz pensé por un momento que tal vez ahora veía el futuro. Y este chico en unos pocos meses iba a estar disfrutando del sol cubano. Seguí escuchándole y otra imagen interrumpió: sus amigos le cogían y le empujaban al agua. Aquí fue cuando me asusté. Pensé que si era verdad que veía el futuro, estaba viendo como iba a morir ahogado (ya sabeís, yo siempre pensamiento positivo…)
La angustia me sobrecogió. ¿Debía continuar escuchandole sabiendo cómo iba a morir? O por el contrario ¿debía advertirle de su destino? Tanta información me colapsó y me desmayé ipso facto. Estaba claro que iba a montar el numerito en ese curso… Así que me tumbaron, me pusieron los pies hacia arriba y con tanto meneo e inconsciente todavía recordé: «¡Esas son las fotos que tiene en el Facebook este chico! Seguramente tenemos amigos en común y algún día de aburrimiento me dedique a observar su realidad». Me desperté y le di un gran abrazo sabiendo que mis visiones no eran el futuro sino el pasado.
*Esta entrada se la dedico a uno de lor profesores de este curso, Ramón, que tanto interés ha dedicado a este blog. Gracias.
Eurice says
Interesante relato, un dejavù del pasado.
Pero de ahí a desmayarse ,es mucho no?…
Me ha gustado visitarte, he llegado hasta aquí por qué un tal Ramón te recomendó, debe apreciarte mucho si te hace esta publi 😉
Un saludo y encantada de seguirte los pasos.
Quien Sabe... says
Hola Clara,
Vengo recomendada por Ramón ;)… Me ha gustado leerte asi que te apunto y te visito con más frecuencia.
Un besico y esperemos que no sigas desmayandote por el camino 😉
El Desván de la Memoria says
Hola, Clara:
Muchas gracias por dedicarme tu entrada. Ha sido tan satisfactorio como recomendar tu blog y ver que tus escritos tienen buena respuesta. Así que sigue escribiendo. Como ya te dije, espero poder organizar pronto un taller de relato en Valencia. Mientras tanto, en los blogs aparecen de vez en cuando propuestas para desarrollar relatos, en las que puedes participar si te apetece.
Un abrazo,
Ramón
Dorotea says
Hola, Clara:
Interesante tu relato, contado a modo de cortometraje; lejos de considerar tu reacción exagerada, te diré que los deja vùs que he tenido el dudoso gusto de vivir, siempre me han dejado con ganas de desplomarme, olvidarme de la realidad y bucear en ese silencio aterciopelado del desmayo. Gracias por hacerme sentir algo menos rara.
Sergio (Zape) says
Al habla el culpable de que Ramón te hiciera pensar un cuento sobre Galina Blanca. Si vuelves a tener un desmayo o una visión, puedo hacer que venga al curso un parapsicólogo o un otorrino. Incluso puede que ellos también hagan buenos anuncios…