Ayer estaba esperando al ascensor, que parece que viva en el Empire State de lo que tarda, cuando me paré frente a los buzones. En la puerta 4 vive Alberto Orero Campero y Concha López Gámez. ¡Confirmado! La gente se une por los apellidos. Pero no por la alcurnia, fama o herencia, sino por la rima. Si ya se ha demostrado que los perros se parecen a los dueños o que los matrimonios muy mayores se acaban pareciendo el marido a la mujer y viceversa, ahora se confirma que a todos nos importa la poesía. No quedaría bien que este señor se hubiera casado con una tal Antonia Picó García, por ejemplo. No hay melodía ninguna. Alguien que toda la vida ha acarreado con unos apellidos entonados no puede permitirse elegir a cualquiera. Tiene una responsabilidad social como cual monarca, de los de antes, claro, porque ahora brilla más la corona del Burger King ¡tú eres el king!
Siempre nos han sorprendido parejas con el mismo apellido que dan hijos con bis. O coincidencias graciosas como el famoso Fuertes De barriga. Estas personas no se podían permitir irse con cualquiera. La compatibilidad «apellidística» es fundamental.
Por cierto, aviso a mujeres: desde hace mucho tiempo el primer apellido de los hijos ya puede ser el de la mujer. Se acabó ese monopolio masculino que no dejaba opción a familias en peligro de extinción («apellidísticamente» hablando) o simplemente ponerle al niño el que mejor sonaba, ya que la rima, como hemos visto, es fundamental en la vida.
Tere says
Como dice la canción: Depende, de que depende, de según como se mire todo dependeee ee e