Muchos expertos dicen que la televisión nos aleja de la realidad y de la sociedad. Que somos ante la pantalla muñecos que ni sienten ni padecen. Estos expertos no tienen abuelos, claro. ¿No habéis visto nunca a una abuela discutir con la presentadora del telediario del mediodía? ¡Si parece que ella tenga más fuentes que la agencia Efe!
La actividad cerebral de los abuelos se dispara en prime time. La televisión potencia la capacidad de discutir, eso sí, sin replica alguna. Que por eso les gusta tanto a los abuelos, que ellos ya no están para tonterias. Si la presentadora va mal peinada, la abuela, desde el sofá, se lo explica abiertamente. Y además le indica que no iría así si la peinara su cuñada Paquita «la mejor peluquera del barrio, de toda la vida, vamos». Además le evita el estar encima de los hijos haciendo recados constantemente: «Mira Juan, ahora mismo no puedo ir porque Guadalupe va a contar en Diario que su hijo chino no es de su marido. Y claro, esto no lo puedo dejar así yo».
Los mayores se desviven por lo que ocurre en la pantalla y lo hacen suyo muchas veces. Aún recuerdo a un abuelo sorprendido por el hambre que tenía un león que ya se había comido durante todo el día que él llevaba viéndolo en la tele, a cinco cebras.
Claro, el hombre no sabía que era un anuncio de National Geographic y que cada vez que lo emitían, salía el león cazando a la cebra. Mientras, el abuelo, lleno de migas, pretendía seguir el ritmo gastronómico del león: «claro, es que sin pan también me como yo un caballo». O «aixina també em menge jo un aca» (expresión literal).
Anónimo says
Ese abuelo, también fue testigo de cómo un rayo entraba por la ventana de un baño, creo ¿no?
Anónimo says
Uffff, qué me vas a contar. Mi abuelo todos los días discute con el público del programa "De buena ley", no veas ahora dice que queire ser juez…
Linnett Brönte