Siempre hay cosas que aunque se piensan no se pueden decir. Y suelen ser esas cosas las que nos morimos por comentar. Somos así. El otro día por fin escuché de un amigo algo que yo llevaba tiempo pensando pero totalmente políticamente incorrecto.
Estos días estamos congelados, encerrados en casa si podemos o yendo de un lado para otro muy deprisa si no queda otra. Hemos rescatado los suéters del fondo del armario, nos hemos dado cuenta de que ya es hora de renovar las bufandas que tenemos desde el colegio. Y hemos añadido a la carta de Sus Majestades los Reyes Magos un par de guantes bien calentitos.
Y es que todo este frío ha hecho mirar con añoranza al calentamiento global. Somos algunos los que, aunque no se debe decir, nos reconforta el cambio climático. ¿Será que las decisiones de Copenhague ya se han hecho realidad? ¿Será que por primera vez las decisiones burocrátricas no tarda años en ponerse en marcha?
Ahora seguro que salgo a la calle y un grupo de pingüinos me picotea hasta dejarme exhausta, y es que en ellos no he pensado al escribir esta entrada, claro está.