Sorpresivamente ha llegado el otoño cargado de fresquito bueno, de sol, de luz y de aire fresco.
Si navegara con un barco iría viento en popa a toda vela. Y si fuera por el mar, me habría topado con un iceberg llamado Vodafone.
Pero he descubierto que como la isla Perejil en su momento, ya tiene personas encima quitando la bandera del imperio teléfonico. Hemos necesitado todos un empujoncito: el Iphone 4. Cientos de foros en internet, personas en las tiendas quejándose y miles de llamadas en espera han hecho que los consumidores estemos hartos. Lo malo, que seguramente salgamos de Málaga para meternos en Malagón. Pero lo importante es no quedarnos quietos.
¿Cómo es posible que siendo de Vodafone y yendo directa e ilusionada el pasado sábado a comprarme el Iphone 4 me dijeran que no era posible? Hasta les tuve que explicar de manera demasiado gráfica para mi gusto cuando hablo con personas de más de nueve años, que tenía una tarjetita de Vodafone, que mi móvil había muerto y que quería meter esta tarjetita en un Iphone 4. Igual que los padres explican lo de la abejita… pues no hubo manera. Y eso que sí que ponen todos sus sentidos para cobrarme un mes quinientos euros de factura: «Un error, perdone», y también se fijan mucho para traspapelar documentos y tardar más de cuatro meses en cambiar la titularidad.
El pasado sábado en mi mente tuvo que venir un urólogo a sacar mi tarjetita de los de Vodafone, pero claro, en mi mente… pero mañana tendré mi Iphone 4 se ponga quien se ponga por delante y si tengo que ir en barco, pues iré.
Bienvenido otoño…