Hay muchos tipos de familias y otros tantos que por estas fechas se ponen de manifiesto: familias criticonas, familias cariñosas, familias ñoñas, familias negativas, familias lejanas y un largo etcétera que conforman los árboles genealógicos del mundo entero.
Hay familias prácticas que, por ejemplo, cuando algo va mal, en lugar de hacer cualquier declaración de amor deciden ponerse manos a la obra y llenar de tuppers repletos de salsas, croquetas, guisaditos y mucho amor también, la cocina en cuestión.
Esto es lo que está ocurriendo en mi casa. La familia entera está cocinando sin parar. Libros de cocina, delantales, harina por todos los lados, llamadas de teléfono: «¿Tú que le pones a las croquetas para que no se abran cuando las rebozas?». «Si tu haces albóndigas yo hago alcachofitas…». «No pongas guisantes que a los niños no les gusta…» Mucho lío y muy buen olor por toda la casa.
Claro, otro asunto es quien recibe todo este kit «Coma bien, ¡sin cocinar!». Unos ya piensan en el endocrino, otros, en cambio, como mi prima Begoña se están convirtiendo en expertos degustadores, en paladares exigentes: «Snif, snif, estas alcachofas son de bote, no naturales». Sólo oliendo el plato puede diferenciar la procedencia de sus ingredientes. «Mmmm, a no, con este sabor, son naturales». Y apunta en su libreta cuadriculada la nota de cada plato. Y es que Begoña se ha convertido en una exigente crítica gastronómica. A partir de ahora en lugar de darnos dos besos nos dará una estrella Michelín…
Anónimo says
Estaba pensando,que como los domingos tambien preparo tuppers,siendo mi especialidad el horno (siempre cosas sencillitas),aunque eso sí, mi arroz al horno… "se sale" como dicen mis hijos.Podrías hablar con Begoña y si le apetece un "arrocito bueno" se lo cocino con mucho cariño.